En Isla de los Estados se socorre a los náufragos

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En Isla de los Estados se socorre a los náufragos

Esta inscripción, hecha sobre un peñón de roca en el Cabo de Hornos por el Capitán Luis Piedrabuena en 1863, daba una clara idea de lo que podían esperar quienes navegaban por los mares australes. De acuerdo a registros de la época, un promedio de ocho naufragios por año ocurrían en Isla de los Estados. Fragatas, barcos de más de 800 toneladas, y navíos mercantes provenientes de Inglaterra, Holanda, Italia y Alemania, todos enfrentaron la furia de las olas gigantescas, los tide-rips, el viento, el granizo y la nefasta niebla. Un relato hecho por un ayudante de la Subprefectura de San Juan de Salvamento brinda una idea sobre cómo eran los rescates “fáciles”: «Como el capitán de la Esmeralda, que había salido a intentar el salvamento, no pudo remontar el cabo Colnett con el bote salvavidas de la Subprefectura, se me ordenó que me alistara para ir al día siguiente al lugar del naufragio con un bote lancha. Aquella misma tarde -14 de abril de 1897- se me dieron víveres para un día, calculando que con una embarcación ligera podría hacer en 24 horas las veinticinco millas de navegación.”

Placa ubicada en Puerto Cook

Apenas dejaron el puerto, comenzaron las dificultades: “Navegando a remo, pues el viento era de proa, nos hallamos frente a la ensenada La Nación, donde izamos la vela e hicimos rumbo al cabo Fourneaux. Un cuarto de hora después de nosotros salía el otro bote. La mar estaba tan picada cerca de las costas, que resolvimos -después de embarcar agua en los tide-rips de Fourneaux- hacernos afuera en busca de la mar larga, y pasar entre las dos islas grandes de Año Nuevo. Avanzamos con felicidad, pero al pasar los tide-rips de las islas, embarcamos dos golpes de agua tan tremendos, que un tercero hubiera dado con nosotros en el fondo del mar. Pasadas las islas y con viento y mar a un largo, fácil nos fue llegar a puerto Hoppner, donde desembarcamos a la una de la tarde. Improvisamos un arganeo con el anclote y cuarenta brazas de cabo, y nos dispusimos a hacer fuego y comer. La mojadura de los golpes de agua, la lluvia y el frío nos aterían; además, sólo habíamos tomado un jarro de café y una galleta.”

Ruinas de edificaciones en Puerto Cook

Más adelante, de vuelta en el mar, comenta: “La noche estaba obscurísima, comenzó a llover torrencialmente, y como no veíamos la costa, nos resignamos a pasarla en el bote, calados hasta los huesos y tiritando de frío. En total, trabajamos nueve días, a la intemperie, escasos de alimento, expuestos a cada instante, para no salvar sino un puñado de cosas casi sin valor alguno, a pesar de las buenas condiciones en cine se hallaba el buque náufrago.”

Placa ubicada en Puerto Cook

Como bien atestiguan las crónicas de Piedrabuena, quien tuvo un papel fundamental auxiliando a los náufragos y llevándolos al refugio en Puerto Cook y San Juan de Salvamento, hubo situaciones muy dramáticas, donde el coraje y la resistencia de los hombres fueron puestos a prueba a niveles extremos.

De allí, la fama de la Isla de los Estados como cementerio de barcos creció hasta alcanzar tonos épicos. Bajo sus aguas grises yacen innumerables vestigios de los naufragios. Dos siglos más tarde, a pesar de la tecnología y los avanzados sistemas de navegación, esta zona aún continúa despertando temor en los marineros de todo el mundo.

Fuente: www.tierradelfuego.org.ar

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